Se conservan aquí algunas tumbas de indianos torrenses, vestigio de su vuelta a la tierra de donde fueron. Destacan las de Esteve Gatell, Joan Olivé, y la de Antoni Roig que, inicialmente, se encontraba al paso de la puerta del cementerio, en el suelo y sin ninguna señal exterior, por indicación del propio Roig. Este hecho ha alimentado la creencia de que quería que la tumba fuera pisada, en arrepentimiento, según la historia oral. Por haber sido negrero. Otra hipótesis, lo vincula a su condición de masón y una voluntad de evitar los símbolos católicos. Otra curiosidad de la lápida del criado del indiano Antoni Gibert y Cisneros con la inscripción: "Aquí yacen los restos de su fiel criado Francisco, natural de África".
Calle de la Riera, s/n.