Las colonias son los pueblos de origen europeo que establecieron su domicilio en América o en otras zonas del mundo. Las colonias dependían de la metrópoli, que era la ciudad madre o el país de donde habían marchado. La metrópoli explotaba todos los recursos de la zona y obtenía beneficios.
España estableció sus colonias en América del Sur y América Central desde que Cristóbal Colón llegó al Nuevo Mundo en 1492. Pero como también desembarcar los portugueses, unos y otros se tuvieron que repartir el territorio conquistado. Según el Tratado de Tordesillas de 1494, España se quedó con todas las tierras situadas en occidente de América y Portugal, con todas las de oriente, es decir, la zona que actualmente ocupa el Brasil.
Las primeras tierras colonizadas por los españoles fueron algunas islas del Caribe, es decir, Cuba -llamada La Española- y Puerto Rico. Después colonizaron América Central, o sea, las zonas que hoy forman los países de Nicaragua, Honduras, Costa Rica y Panamá. También enviaron expediciones a las costas de Venezuela y de Colombia y avanzado el siglo XVI conquistaron México los aztecas y el Perú a los incas.
Los emigrantes son todas aquellas personas que van de un lugar para vivir en otro. Los catalanes emigraron a América desde su descubrimiento, pero la emigración fue más importante a lo largo del siglo XIX. Primero emigraron a la zona del Caribe, en México y en América Central y después de la independencia de las colonias americanas, a comienzos del siglo XIX, en Argentina, Puerto Rico y sobre todo en Cuba.
Los catalanes se fueron de casa por varios motivos. Hubo dos gran clases de emigrantes: los que huían por problemas económicos y no tenían trabajo y los que marchaban para ganar más dinero para sus negocios. De los primeros muchos marcharon cuando en las zonas rurales de Cataluña aribar la filoxera, un insecto que mató muchos viñedos. También hubo emigrantes que huyeron a América para evitar hacer el servicio militar obligatorio y que combatir a las guerras. Finalmente, algunos emigrantes cruzaron el Atlántico para que veían América como la tierra de las oportunidades, donde podían conseguir fortuna de manera fácil y rápida.
La emigración de los catalanes en América fue una emigración en red, es decir, un desplazamiento bastante organizado y planificado. Los catalanes raramente marchaban a la aventura, sino que antes de emprender el viaje ya tenían un destino elegido y un trabajo asegurado.
La emigración estaba basada en las relaciones familiares y de vecindad. Normalmente el primero en emigrar era el padre o un joven soltero que iba a trabajar como aprendiz en algún negocio familiar o de algún amigo. A veces, aquellos que marchaban eran los fradisterns -segundos hijos-, o sea los hijos no declarados herederos de las propiedades familiar. En América, el joven pasaba información sobre las posibilidades de trabajo a familiares y amigos y luego marchaban los hermanos de manera sucesiva, según el orden de edad, primos y vecinos suyos. Antes de emigrar, era importante que el joven dominara bien la lectura, la escritura y tuviera conocimientos de matemáticas y de contabilidad para que así lo tendría más fácil para encontrar trabajo.
Las mujeres emigraron poco y sólo emprendieron el camino de las Américas cuando se habían casado, tenían el marido en América y este las reclamaba para vivir juntos.